La artista retrata a esta madre con su hija en medio de dos grandes velas. De rasgos indígenas, sus grandes ojos se quedan mirando a quien observa y nos involucran en el momento íntimo de la ofrenda nocturna.
En esta obra, como parte de la producción artística que busca identificar "lo mexicano", Rosa Rolanda ha elegido representar la estrecha relación familiar, el lazo que se forma entre la madre y su hija, a quien normalmente le enseña y le comparte, antes que a sus hijos varones, sus conocimientos y sus oficios femeninos.
Hincadas en el suelo, unidas por un el contacto del brazo que sostiene y el hombro que necesita, aparecen frente dos canastas llenas de lo que seguramente es alimento y flores.
La arista nos acerca a su obra desde la sensación familiar del abrazo materno y mediante la observación de esta familia indígena trae a la mente (y al cuerpo) el recuerdo de la madre y su tacto.
Rosa Rolanda,
Madre y niña,
1940-1945, gouache sobre papel
3. LA MUJER INDÍGENA